En mis años de universidad estudié guitarra clásica. Como podrá imaginarse, había una gran mezcla de estudiantes de todo tipo que tocaban el mejor instrumento. En un extremo estaba yo, el conservador que obedece las normas y estudia música por su lógica y belleza y en el otro extremo estaban los roqueros que tocaban la guitarra para desafiar a sus padres. Uno de mis amigos que pertenecía al otro extremo tenía una pegatina en la funda de su guitarra que decía: «¡Cuestiona la autoridad!» La intención de este mensaje era dar a entender que la autoridad es algo malo y que no podemos confiar en los que ejercen su autoridad.

 

Pero ¿y si alguien bueno ejerciera autoridad? ¿Y si la autoridad se usara para bien? La autoridad puede usarse mal, pero en sí, la autoridad no es buena o mala. La autoridad es simplemente el poder de hacer que ocurra algo; la autoridad buena o mala depende de quien la ejerza.

 

La palabra griega para «autoridad» en el Nuevo Testamento es ξουσία (exousia), y tiene la misma definición básica que la palabra en español: «El poder de ordenar, el derecho de controlar». Representa la capacidad de hacer que algo ocurra, ya sea por ser una persona con autoridad o por tener una posición de autoridad. En ocasiones esta palabra se aplica a gobernadores humanos, como en Romanos 13:1 cuando Pablo dice: «Sométase toda persona a las autoridades superiores». A menudo en el Nuevo Testamento, la palabra se refiere a poderes espirituales, es decir, a entidades del ámbito espiritual que tienen poder para actuar y con frecuencia actúan de forma contraria a los deseos de Dios. Pablo también usa la palabra de esta forma en Efesios 6:12 al decir: «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes». Estas entidades espirituales usan su poder contra Dios y los que tienen fe en Su Hijo.

 

Pero hay una autoridad aún mayor en el Nuevo Testamento, una que tiene autoridad y la ejerce a la perfección: nuestro Señor Jesucristo. Su enseñanza tenía una autoridad mayor que la de cualquier otro maestro (Mat 7:29). Su autoridad le permitía perdonar el pecado y sanar (Marcos 2:10-11). En su resurrección, Cristo recibió toda la autoridad del cielo y la tierra (Mat 28:18). En su ascenso a la diestra del Padre, toda autoridad ya sea en la tierra o en el cielo está sujeta a Él (1 Pedro 3:22). Cristo tiene la autoridad perfecta y la ejerce a la perfección.

 

Así que ¿deberíamos cuestionar su autoridad? No cuando es Cristo, el Salvador del mundo, el que la tiene. Cuando Él ejerce Su autoridad, no tenemos por qué preocuparnos. Podemos tener fe en que Su autoridad es perfecta y la usará a la perfección para nuestro bien de acuerdo con la voluntad de Dios.

 

Escrito por el Dr. Michael H. Burer.

Antes de comenzar su servicio como profesor de Dallas Theological Seminary, el Dr. Burer, decano de desarrollo del profesorado y profesor de Nuevo Testamento, trabajó por muchos años con Bible.org como editor y asistente del director de proyectos para la traducción de la Biblia NET Bible. También fue una pieza clave a la hora de completar el New English Translation-Novum Testamentum Graece publicado junto con Bible.org y el Deutsche Bibelgesellschaft de Stuttgart, Alemania. El Dr. Burer es ministro ordenado y sirve como anciano en su iglesia local, también ha servido con Alianza Evangélica en Francia y ha servido como profesor en la universidad Faculté Libre de Théologie Évangélique en Vaux-sur-Seine, Francia. Su investigación y enseñanza son el griego y la exégesis, los evangelios y el estudio de Jesús.