Los que viven en un mundo caído y lleno de pecado tienen muchas razones para tener miedo. Sin embargo, Dios dice a los suyos en múltiples ocasiones: “¡No temas!” No debemos dejarnos dominar por el miedo, que es el sentido principal del verbo hebreo y su sustantivo. En Isaías 41:10, 13–14, el Señor, hablando por medio del profeta a los futuros exiliados, les repite “No temas”, no una, sino tres veces, añadiendo incluso un “no desmayes” para reforzarlo. Los exiliados tenían motivos de sobra para temer: vivían en Babilonia y podían pensar que Dios los había abandonado o que no tenía poder para rescatarlos. Pero el Señor les asegura que sí puede y quiere restaurarlos a su tierra. Les dice: “porque yo estoy contigo… porque yo soy tu Dios”. Les promete tomarlos de la mano y se presenta como su “Protector”. La presencia protectora de Dios marcó la diferencia.
David nos da el ejemplo de cómo responder al “no temas” de Dios. Mientras huía de Saúl, decía “todo el día mis enemigos me pisotean”. Pero frente a una oposición aterradora, oró: “En el día que temo, yo en ti confío”. Y dos veces afirmó con valentía: “En Dios he confiado; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre?”
Dios nos dice que no temamos cuando nos enfrentemos a pruebas o peligros, pero al mismo tiempo nos manda a temerle a Él. Mientras huía de Saúl, David también dijo: “Temed a Jehová, vosotros sus santos (…) El temor de Jehová os enseñaré”. Explica que temer al Señor significa rechazar el mal, evitar las palabras engañosas y hacer lo correcto. El sentido principal de “temor” como terror pasa a un segundo plano, y cuando se usa en relación con el pueblo de Dios, se refiere a respetar su autoridad y someterse a su voluntad.
El tema del temor del Señor une los libros de sabiduría del Antiguo Testamento: Proverbios, Eclesiastés y Job. Según Proverbios 1:7 y 9:10, el temor del Señor es la base de la verdadera sabiduría. Hay que elegir deliberadamente temer al Señor, siendo enseñable y humilde. Proverbios 3:5–7 dice: “Fíate de Jehová de todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová y apártate del mal”. Quien teme al Señor vive con rectitud, aborrece el mal y se niega a envidiar a los pecadores. El Señor recompensa abundantemente a los que le temen.
El libro de Eclesiastés concluye que las personas deben temer a Dios obedeciendo sus mandamientos. En este libro, el Maestro desconcierta a los lectores con su descripción de la vida “bajo el sol”. Al reconocer que todo parece carecer de sentido debido a las contradicciones del mundo y a la realidad de la muerte, el Maestro invita a las personas a someterse a Dios y a temerle. Eclesiastés se apoya en el fundamento que establece Proverbios y busca llevar al lector a ese punto de partida: temer a Dios, mostrando la inutilidad de la vida cuando no se le teme.
En su debate con sus supuestos amigos, que se creían sabios, Job dice que las personas no pueden comprender por completo cómo actúa Dios en el mundo. Concluye que la verdadera sabiduría consiste en temer a Dios y obedecerlo: “He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia”.
Los que confían en Dios no necesitan temer cuando llegan las dificultades, porque la presencia de Dios disipa el miedo. Sin embargo, sí debemos temer a Dios en el sentido de respetarlo y obedecerlo. Paradójicamente, temer a Dios de esa manera nos protege del miedo frente a los problemas que caracterizan el mundo caído en el que vivimos.
Robert B. Chisholm
Aunque el Dr. Chisholm disfruta enseñando todo el Antiguo Testamento, lo que más disfruta son los libros de Jueces, Samuel, Isaías y Amós. El Dr. Chisholm ha publicado siete libros con comentarios de Jueces-Rut y 1-2 Samuel. Fue consultor para las traducciones en inglés de la International Children’s Bible, la The Every Day Bible y es editor del Antiguo Testamento para la NET Bible.