Hace unos años, mi hijo Theo pasó un verano trabajando vendiendo una marca de cubertería. Un día, después de recibir el entrenamiento, llegó a casa y ¡sus padres iban a ser sus primeros clientes! En las primeras frases de su discurso de venta dijo: «papá, podemos tirar todos tus cuchillos cuando compres este set». Me sorprendí, porque no recuerdo otro momento en que mi hijo haya dicho algo con tanta seguridad y con tanto orgullo. Seguí escuchando su discurso convincente y vi claramente que él mismo estaba convencido de que su compañía realmente era la mejor marca de cuchillos de todo el mundo.

«Presumir es un pecado», todos los cristianos estarán de acuerdo, ¿no? No está bien presumir, pues es la raíz del orgullo. La Biblia está llena de pasajes que hablan del pecado del orgullo y de la jactancia (por ejemplo: Jueces 7:2; 1 Samuel 2:3; Salmos 49:6; Proverbios 27:1 y muchos más). Aun así, el verbo griego καυχάομαι «enorgullecerse» y sus derivados aparecen sesenta y tres veces en el Nuevo Testamento. Especialmente, encontramos treinta y nueve usos en la carta a los Corintios y casi la mitad se usan para defender la autoridad y el ministerio apostólico de Pablo. ¿Pablo estaba siendo jactancioso?

La práctica del elogio a uno mismo era algo común entre maestros y filósofos de la cultura de honor y vergüenza en el imperio grecorromano. Hablaban con orgullo de sus logros y estatus para apoyar sus argumentos o posición y conseguir seguidores. Sin embargo, Pablo no apoyaba a los que se jactaban de sí mismos, tanto creyentes como no creyentes (1 Corintios 1:28-29; 3:21-23). Aun así, en una ocasión en su carta a los Corintios, Pablo dijo que estaba obligado a presumir (2 Corintios 11:16 y 12:1). ¿Por qué?

Sus oponentes estaban intentando desacreditar a Pablo y su ministerio y por lo tanto, desacreditar a Cristo quien lo envió. Así que, Pablo se defendió explicando su legado (2 Corintios 11:22; Filipenses 3:3-7), su sufrimiento en el ministerio (2 Corintios 11:23-33) e incluso experiencias sobrenaturales (2 Corintios 12:1-6; 1 Corintios 14:18-19) para demostrar que era mejor que aquellos que fingían su fe (2 Corintios 11:2-4, 11). Con una lectura cuidadosa de estos textos vemos que cuando Pablo presumía, no hay un aire de grandeza en él. Al contrario, nos sentimos atraídos por la pasión que Pablo tenía por los creyentes y sobre todo vemos a Cristo, quien lo sostuvo.

Igualmente lo vemos en las palabras de Pablo en Romanos 5:2-3, «y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones...» Un comentarista usa las palabras «con seguridad y gozo». Puede que funcione en Romanos 5:2, pero no tanto en 5:3 pues ¿cómo podemos estar seguros y con gozo en el sufrimiento? Quizás la experiencia de mi hijo como hombre de negocios nos ayude a ilustrarlo.

Theo presentó sus productos con seguridad y orgullo, no en sí mismo, sino en la compañía que había hecho el producto. Tenía fe en esa compañía y lo decía con gozo y gloria, no por sí mismo, sino por el fabricante prestigioso de cubertería. De la misma forma, Pablo y los que estaban con él tenían «seguridad y gozo con un sentido de orgullo» de su esperanza en la gloria de Dios. Estaban deseosos de ver la gloria de Dios compartida con los que no lo merecían. Hasta tal punto que aguantarían sufrimiento con seguridad y con orgullo en el gran Dios en quien confiaban porque su sufrimiento les llevará a la esperanza en la venida gloriosa de Dios.

Por lo tanto, los creyentes de hoy no debemos enorgullecernos o presumir de nosotros mismos. Al contrario, nuestro orgullo debe llevar la atención de los demás a Dios a través de nuestras vidas. Cuando seamos bendecidos, ¡gloria a Dios! Él es quien nos bendice, no porque merezcamos recibir estas bendiciones. Cuando sufrimos, podemos soportarlo no porque seamos más espirituales o capaces, sino porque Él es quien nos capacita para pasar por las pruebas de la vida. Al enorgullecernos en nuestro Creador, invitemos a los demás a experimentar Su fidelidad en cada etapa, sea buena o mala.

 

Escrito por Samuel P. Chia

Antes de empezar a trabajar para DTS en el año 2008, el Dr. Chia enseñaba en la universidad Chung Yuan Christian University y servía como profesor adjunto en varios seminarios de Hong Kong, Taiwán y Estados Unidos. En su experiencia como pastor principal y en sus interacciones con la comunidad cristiana china en Asia y Norteamérica, el Dr. Chia ha desarrollado una pasión por los estudiantes de seminario para inspirarlos en su estudio de la Palabra de Dios en los idiomas originales y formándolos para que sean intérpretes responsables de la Palabra de Dios y líderes serviciales para Su iglesia. El Dr. Chia ayuda a los estudiantes chinos a trabajar juntos para mejorar las traducciones de la Biblia en chino. El Dr. Chia y su esposa tienen un hijo.