La “verdad” se ha convertido casi en una palabra incómoda en el mundo occidental actual. Podemos hablar de “preferencias” o “puntos de vista”, pero para muchos la verdad es un concepto pasado de moda, algo que no se menciona en conversaciones educadas. Sin embargo, la Biblia nos enseña que la verdad (en hebreo ’emet y en griego alétheia) nace del Dios verdadero, el Creador que hizo el mundo con su sabiduría y desea que sus criaturas lo conozcan íntimamente y vivan según sus caminos (Génesis 1:1; Proverbios 8:22-31). Él envió a su Hijo a la tierra como encarnación de esa verdad (Juan 1:14; 14:6) y dio a su pueblo el Espíritu Santo para guiarnos a comprender y andar en la verdad (Juan 14:17; 16:13). Por medio de su Espíritu movió a sus profetas y apóstoles a escribir las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento; así hace que su verdad llegue a nosotros a través de las generaciones (2 Timoteo 3:16-17; 2 Pedro 1:20-21). Debemos mirar a Dios para conocer la verdad de nuestra naturaleza y el mundo que nos rodea.
Cuando éramos estudiantes universitarios a finales de los años sesenta, mi esposa y yo fuimos testigos directos de la explosión de la cultura de las drogas, la revolución sexual, los disturbios políticos y los asesinatos de líderes políticos. Gracias a Dios, decidimos ir a contracorriente comprometiéndonos a vivir de acuerdo con la verdad de Dios revelada en la Escritura, en lugar de todas las “nuevas verdades” que se ofrecían a nuestra generación. Hoy enfrentamos decisiones similares en otras formas, pero el camino verdadero de Dios sigue demostrando su fidelidad una y otra vez.
Las ideas humanas de lo que es la verdad —por bien intencionadas que sean— a veces terminan en un intelectualismo arrogante, un escepticismo estéril o un pretexto para imponer nuestra autoridad sobre los demás. En lugar de acercar a los que buscan la verdad, estas distorsiones los alejan o los vuelven seguidores con los mismos rasgos negativos. Pero la verdad de Dios libera, da vida y conduce al florecimiento humano genuino bajo su autoridad (Juan 4:23-24; 8:32; 17:17; 2 Timoteo 1:10).
Como dice Santiago 3:17, la “sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial y sin hipocresía” (NBLA). Esa verdad nos llega por medio del evangelio, el mensaje de verdad revelado en la Escritura y proclamado por los siervos de Dios (Colosenses 1:5-6; 2 Tesalonicenses 2:13; Santiago 1:18). Nosotros, como seguidores —y nuestras iglesias—, debemos ser fieles al mensaje verdadero (1 Timoteo 3:15; 2 Timoteo 2:2, 15). Podemos predicar y enseñar sin vergüenza la verdad de Dios y aferrarnos a ella con firmeza. Pero al hacerlo, también debemos mostrar a otros el amor y la compasión que Dios nos ha mostrado (Gálatas 6:1; Efesios 4:15; Colosenses 4:6).
Por eso es tan importante el énfasis de DTS de “enseñar la verdad y amar a los demás”. Buscar humildemente las Escrituras y mantener con cuidado la sana doctrina sobre el carácter de Dios y su obra salvadora en Cristo es fundamental para servir y testificar como cristianos. Y este compromiso firme con la verdad de Dios nos lleva a cuidar a los demás y ayudarlos a conocer personalmente al Dios verdadero.
Buist M. Fanning
Buist Fannin ha enseñado en el Seminario Teológico de Dallas más de cuarenta años y a la vez ha servido en distintos roles de liderazgo en su iglesia local y enseñando a obreros cristianos en diez países. Su pasión es conocer más a Dios, que el mundo lo conozca y ver la transformación en las vidas de las personas a través del mensaje de la Biblia. Sus enseñanzas principales y sus intereses de investigación son la sintaxis griega y el análisis del discurso del Nuevo Testamento; la crítica y los trasfondos del Nuevo Testamento y la exégesis y teología de Romanos, las epístolas pastorales, Hebreos, Santiago, Pedro, Judas y Apocalipsis.
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